jueves, 22 de mayo de 2014

Ejemplo de fraude científico: Shinichi Fujimura


Investigando en la red, he encontrado un caso curioso, el de Shinichi Fujimura, un japonés que engaño a ‘todos’ con sus ‘descubrimientos’. Nació el 4 Mayo 1950. Japonés aficionado a la arqueología desde niño, afirmaba haber encontrado gran cantidad de objetos de piedra del Paleolítico Inferior y Paleolítico Medio, que más adelante se descubrió eran falsos. En 1972 comenzó a estudiar arqueología y a excavar buscando rastros del Paleolítico durante sus vacaciones. En 1975 fundó una ONG con algunos arqueólogos aficionados. Forjó una reputación como arqueólogo líder por su don especial para realizar hallazgos espectaculares; porque donde excavaba, encontraba algún resto; que además, según creían muchos, adelantaba la aparición del ser humano en Japón en varios miles de años. Llegó a ser conocido como el arqueólogo de las "manos divinas".

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Todo fué bien hasta que el 22 de octubre de 2000 a las seis de la mañana unos reporteros del diario Mainichi Shimbun le grabaron mientras plantaba en su yacimiento los fósiles que horas después descubrirían sus ayudantes y revelaron su engaño. Para entonces, Fujimura era un prestigioso arqueólogo, que había excavado en 180 yacimientos paleolíticos en la isla. Fujimura no tuvo más remedio que confesar que había falsificado, según dijo él, sólo parte de los hallazgos.

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El final de este caso resultó trágico, pues aunque exculpó a sus colaboradores, uno de ellos, Mitsuo Kagawa, de 78 años, se suicidó tras haber sido considerado cómplice por una revista.
¿Cómo nadie adivinó el engaño, teniendo en cuenta que Fujimura llevaba dos décadas cultivando fósiles? Esta es una respuesta difícil de obtener.
Tras este caso, no sólo Fujimura –que ingresó en un hospital psiquiátrico– se ha desacreditado; la comunidad internacional duda ahora de toda la arqueología japonesa y sus métodos.

Este es un claro ejemplo de fraude científico. En mi opinión empujado, no tanto por un tema de ganancia económica (que también), sino por un afán desmesurado de notoriedad y reconocimiento, aspectos muy importantes en la cultura japonesa. Las consecuencias, como habeis podido comprobar, fueron muy negativas, no sólo para el protagonista del fraude, sino también para sus colaboradores (que parecía desconocían el asunto) y, sobre todo, para la reputación de la arqueología de su país, que se encuentra cuestionada actulamente en el ámbito internacional.

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